martes, 17 de marzo de 2015

Los días de la crítica (1)



Desde agosto de 2012 hasta octubre de 2014 estuve escribiendo para un periódico regional (sí, dirán muchos, ya cualquiera puede tener una columna de opinión, pero en mi favor debo decir que tampoco me pagaban, así que era una cuestión más personal que otra cosa) y bueno, esa fue una de las razones por las que estuve ausente de este blog. Ahí me entretuve teniendo discusiones de todo un poco, equivocándome, saliendo avante, retrocediendo y bueno, queriendo ofrecer mi punto de vista sobre varios temas que me entretenían o me parecían importantes de llevar. Todo ello bajo aquel entendido— sobre el que alguna vez escribió de forma excelsa David Osorio—  de que las ideas ni las opiniones deben ser respetadas. En tal sentido, me fui contra otros colegas cuando observé que daban opiniones con las que no estaba de acuerdo y de igual forma acepté palo por mis opiniones, haciendo la aclaración que si las críticas que me hacían llevaban a una discusión interesante respondía y si no no. 

Por ejemplo, una vez hice un par de denuncias contra ciertas personas de mi universidad y una de las respuestas (que me pasó un amigo) fue de un personaje que en una de esas páginas de Facebook de memes empezó a insultarme, que ofendí su magnánima universidad tan querida y grande (a pesar que sólo la conocen en su ciudad de operación) y empezó atacarme, no rebatiendo lo escrito por mí, sino llamándome "maricón" e incitando a su cúmulo de "seguidores" (de la página de Facebook quiero decir) para que me insultaran y realizaran un linchamiento mediático conmigo. Bueno, una vez vi ese llamado a armas, simplemente hice caso omiso del personaje, de su página web y seguí mi vida  porque esa es la clase de personas con las que no vale discutir. Sólo ofrecen pérdida de tiempo que se hace tan corto y se va tan rápido (además de que otras personas que sí toqué con lo que escribí, me enviaron amenazas de verdad sobre las que no voy a hablar porque ya dejé ese tema en el pasado, al igual que cualquier tipo de sentido de pertenencia que hubiese sentido por la universidad en la que pasé el pregrado).

Pero por ejemplo, también, una vez discutí con un colega que también escribía en el periódico que proponía adoptar la lectura de la Biblia antes de las sesiones de los concejos municipales y tuvimos una discusión (yo oponiéndome por razones que en mi opinión, tenían más peso que las de él) que llevó a varias conclusiones interesantes. Bueno. El caso. Varias de las columnas subidas en la web, se perdieron por culpa de los distintos cambios de servidor que tuvieron allá en el periódico (aunque quedan las copias en papel, que afortunadamente nadie leerá y dejarán todos mis errores—a veces horrores— de novato y de redacción en el olvido). 

Voy entonces a traer varias de aquellas columnas (no todas, porque hay unas que verdaderamente merecen el olvido) sólo para no dejar perderlas y para retomar cuando pueda esos temas, que de una u otra manera siento que voy a tener que seguir tocando porque son situaciones que se van a seguir dando o temas que van y vienen. Voy a intervenir de vez en cuando para hacer comentarios sobre algo que escribió el yo de aquellos días y bueno, no sé la razón exacta por la cual hago esto. Sólo lo hago.

¡Ah y last but not least! Las fechas que voy a ponerle a los textos, son las de la última modificación en Word.

Sobre Bogotá Góspel y la ruptura de la neutralidad del Estado en materia religiosa 
14/08/2012 
El primer fin de semana de agosto de este año se celebró en el parque Simón Bolívar la quinta versión del Festival Bogotá Góspel, trayendo de nuevo a la escena, aquel viejo debate sobre la separación de la Iglesia y Estado.
Todo esto gracias a un grupo de manifestantes que con pancartas como “ESTADO, NINGÚN PESO DE MI BOLSILLO PARA PROMOVER NINGÚN CULTO” y “¿LES GUSTARÍA QUE DE SUS BOLSILLOS SE PAGARA UN CONCIERTO DE MÚSICA PAGANA?” hicieron presencia en el lugar para dejar su voz de protesta por el financiamiento con recursos del Distrito del festival Bogotá Góspel, cuya finalidad (según el Proyecto de Acuerdo No. 516 de 2008) es la de promover los “valores morales y cristianos en la sociedad”. Como resultado de aquel acto de desobediencia civil, los manifestantes fueron agredidos por algunos fanáticos cristianos e incluso por miembros de la fuerza pública presentes en el lugar, sin que fueran escuchadas sus críticas sobre el financiamiento de ese festival con dineros del Distrito.  Al respecto hay que decir que Colombia (como ya lo ha dicho la Corte Constitucional en sentencias como la C 817/11) es un estado laico, secular, no vinculado a ningún credo en particular, en el cual se respeta y permite la práctica religiosa de los ciudadanos por hacer parte de la autonomía de los individuos. Como consecuencia de ello, el Estado debe ser neutral en temas religiosos (sin importar si determinado culto alberga una gigantesca cantidad de fieles), puesto que de no ser así, se atentaría contra el pluralismo religioso consagrado en el artículo 19 de la Carta Política al colocar en una posición de desventaja a las demás religiones que no son promovidas con igual ahínco.El deber de neutralidad (según la Corte Constitucional en la sentencia ya citada) en materia religiosa por parte del Estado, le prohíbe a sus órganos y autoridades (como representantes del mismo) establecer una religión o iglesia oficial,  identificarse explicita o formalmente con una religión, realizar actos oficiales de adhesión (así sean simbólicos) a una creencia, religión o iglesia;  tomar decisiones o medidas que tengan una finalidad religiosa y adoptar políticas o desarrollar acciones cuyo impacto primordial real sea promover, beneficiar o perjudicar a una religión o iglesia en particular frente a otras igualmente libres ante la ley.Por ello es que considero que las protestas realizadas aquel día, en el parque Simón Bolívar, son fundadas, puesto que la institucionalización del evento Bogotá Gospel y su respectivo financiamiento con dineros públicos es contrario a la constitución y rompe flagrantemente con la neutralidad en materia religiosa con la que debe actuar el Estado por medio de sus funcionarios, al promover (y me permito citar de nuevo el texto del acuerdo) “valores morales y cristianos en la sociedad”, en detrimento de los de otras religiones. Y no me malinterpreten, no estoy en contra de que los cristianos hagan un festival con el cual busquen impulsar los valores y dogmas de su culto, ya que si lo quieren hacer, pueden hacerlo. Me opongo es a que este tipo de eventos se hagan con recursos y apoyo del Estado, por los motivos anteriormente expuestos y porque estoy completamente seguro que si el Estado (llámese distrito, municipio o departamento)  realizara un evento para promover los valores de la cienciología (por ejemplo), esos mismos cristianos que rompieron carteles saldrían a las calles a protestar por ello y tendrían toda la razón para hacerlo.

Esta fue la segunda columna que escribí y debo decir que uno de los grandes problemas que tuve de entrada es que no sabía sintetizar bien. Estaba acostumbrado a escribir sin limitaciones de espacio y de un momento a otro, me encontré con que sólo contaba con 600 palabras. Por ello, da la impresión de que aquello que escribí es un retazo de recortes. También, el título estaba larguísimo y no invitaba a nada. Lo peor es que en el periódico terminó llamándose  Sobre Bogotá Góspel y la ruptura en materia religiosa, con lo cual se perdió un poco lo que quería decir. Lo importante es que al  menos el recuento de los hechos desde este lado del espectro no se quedó en simples blogs, sino se pudo (al menos) llegar a un medio de comunicación tradicional (así fuese más chiquito que varios de esos blogs). A pesar de que una columna no va a cambiar la opinión de una persona ni tampoco es más importante que la parte de las noticias, en algo ayudará creo.

El tema de Bogotá Góspel lo retomaría casi un año después a raíz de una pequeña decisión favorable que se dio en contra de aquel festival cristiano, pero que ya fue echado para atrás hace poco tiempo. Bueno, aquella lucha hay que seguir dándola porque no es posible que se utilicen recursos públicos de un Estado laico para promover un culto religioso.

Una pequeña victoria para el Estado laico


22/07/2013 
En una de mis primeras columnas esgrimí mi inconformidad por el financiamiento — con dineros públicos— de “Bogotá Gospel”, puesto que sufragar un festival estrictamente cristiano (o en otras palabras, beneficiar a una secta o religión) con recursos provenientes del erario, rompía indiscutiblemente la neutralidad del Estado en materia religiosa (véase sentencia C-766 de 2010).
Por tal razón, fui de los que celebró que el gobierno del alcalde Petro pusiera orden a esta situación anticonstitucional, cortándole el apoyo pecuniario al evento (acto que como ya sabemos, está prohibido en nuestro país laico). Sin embargo, al observar las declaraciones victimistas de la concejal y pastora Clara Lucía Sandoval, y del pastor y concejal de la familia (no puedo evitar relacionar ese remoquete con un guiño al Padrino) Marco Fidel Ramírez, en las que inventaron una persecución en su contra y posaron como discriminados, me pareció pertinente intervenir.
Durante más de cien años,  nuestros abuelos y padres padecieron el Estado confesional levantado por la Constitución Política de Colombia de 1886. En virtud de ella, se “proclamó la religión católica como elemento esencial dentro del orden social y la responsabilidad del Estado de proteger la Iglesia” y se dejó en las manos de la Iglesia la educación pública.Un hijo de esa política de Estado fue el Decreto 820 de 1902, que conllevó no sólo a que se le “consagrara” el país al corazón de Jesús, sino también a que se destinaran dineros públicos a la construcción de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús.
Sin embargo, con la Constitución de 1991 se implantó un modelo pluralista, en el cual las religiones no tendrían ningún privilegio que las llevara a implantar el dogma, la intolerancia y la persecución contra el que pensara diferente. Esto nos lleva al tema de la discriminación: si el Distrito financiara el evento cristiano Bogotá Gospel, sí ejercería un acto de discriminación en contra delas demás religiones, puesto que violaría el precepto constitucional a la igualdad, en virtud del cual “todas las personas gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin que contra ellas pueda producirse ninguna discriminación, por razones de religión”.
Lo anterior según lo explica la Procuraduría (de otros tiempos) en la sentencia C-350 de 1994 “significa que cada una de ellas, y cada iglesia a la cual pertenezcan, cuentan con la garantía constitucional consistente en que su respectiva fe, es tan valiosa para el Estado”. Esto quiere decir que en lugar de discriminar a los pastorcitos (que sí discriminan con sus políticas y declaraciones excluyentes de minorías como la comunidad LGTBI), el hecho de no financiar el evento les permite estar en un ámbito de igualdad con las demás religiones del país (que según cifras del Ministerio del Interior, a este año, existen 850), ya que de hacerlo estaría promoviendo la (secta, iglesia o como quieran) cristiana y los estaría beneficiando por encima de otras religiones, acto, que ocurrir a favor de otra religión (piénsese Bogotá Cienciologa) los llevaría a implantar pancartas en frente del Mininterior.

Como en aquella columna, yo intervendría en varias ocasiones emitiendo opiniones a favor del estado laico, que más que una creencia personal, es una regla de derecho de orden constitucional. Así, después de ver un artículo de opinión en el que alguien (no recuerdo quien) señaló un evento en que uno de esos sinuosos pastores hizo una serie de comentarios tontos en los que estaba a favor de la explotación del oro del páramo de Santurbán, porque la biblia lo decía, me le fui con toda, porque considero que el medio ambiente no es algo que debamos tomarnos a la ligera con un libro de ficción en la mano. Además, fue una de las últimas veces que me disculparía con alguien a quien pudiese afectar, puesto que un par de columnas después, recibiría una horda de insultos por parte de otros personajes (diferentes de los religiosos) que me recordarían que cualquier cosa que uno escriba siempre va a ofender a otra persona y por eso, lo importante no es si uno ofende o no a nadie, sino si uno ofrece buenos argumentos para enriquecer un debate.
De ambientalistas satánicos y mineros santos 
04/06/2013 

Pido disculpas de antemano si hiero la sensibilidad de alguien. Si usted querido lector, tiene unas arraigadas (que rayan con lo dogmático) creencias religiosas, lo invito a que no lea esta columna y pase a la de cualquiera de mis colegas de página que tendrán muchas cosas interesantes que decirle.
La semana pasada, me enteré por medio de El Espectador  de un evento organizado por la secta Casa sobre la Roca, en el cual, el pastor Luis Enrique Cerón (al cual se le deberían elevar los diezmos por su “incansable” labor) esgrimió “Dios creó la minería y Santander la desprecia”. Un argumento demasiado válido y científicamente comprobado, que no debe confundirse con otros muy parecidos como “Dios creó la marihuana y el mundo la desprecia” o “Dios creó la cocaína y Colombia la repudia”.
La labor de este incansable pastor es de suma importancia, porque después de tanto tiempo, alguien le hace verdadero frente a esos satánicos y diabólicos ambientalistas, que basados en documentos técnicos como “Minería en Colombia, Fundamentos para superar el modelo extractivista” (elaborado por la Contraloría General de la República) dicen herejías como que los efectos ambientales producto del modelo extractivista son serios, evidentes e irreversibles por cuanto “ la generación de grandes cantidades de residuos, la desaparición y contaminación de las aguas y del aire, la pérdida del suelo y de la biodiversidad, son sólo algunos de los costos ambientales que representa la minería a gran escala” . Es decir, mentiras producto de la supina ignorancia de las sagradas escrituras, que valen más que cualquier documento diabólico, técnico y científico. ¡Aleluya!
También es menester tener en cuenta las palabras del cristiano Joao Carrelo (presidente de Eco Oro) para quien el oro es bueno porque un versículo del génesis lo dice. En tal sentido, les pido que no confundan este argumento con otros parecidos como: “ya que en génesis 1 : 1 - 12, Dios vio que el fruto de los arboles es bueno, la marihuana también es buena”.    
Con todo ello lo que quiero decirles es que si los promotores de la minería quieren que los tomemos en serio, nos deben tomar primero a los ciudadanos en serio (porque al momento de escribir esta columna, no soy capaz de leer los argumentos de ellos sin reírme y sentirme insultado). Los que protestan por la posible explotación aurífera no lo hacen por amor a la oposición, sino porque observan atónitos como el Gobierno Nacional y las entidades territoriales del lugar en el que viven, reparten licencias ambientales como si fueran lechona en tiempos de campaña, haciendo caso omiso de los riesgos ambientales que afectarían a futuro su calidad de vida.
Llevar temas ambientales y técnicos al plano religioso, tiene consecuencias patibularias, como el hecho de que se banalice el tema y termine en un rifi y rafe maniqueísta en donde no se discute con verdaderos argumentos, sino con pasajes literarios basados en la ficción, que no aplican en el caso concreto.
Por todo ello, si alguna iglesia o secta quiere organizar un “foro” sobre minería y daños ambientales, lo puede hacer. Sin embargo, no nos pidan que los tomemos en serio si nos vienen a convencer de que algo es bueno “porque la biblia lo dice”, sobre todo, si ese algo “bueno” tiene riesgos descubiertos a través del método científico y de la investigación, no de la ficción literaria.

Aquella defensa continuaría como en los dos rounds que mencioné al principio de este artículo:
De la Biblia y otros demonios 
25/11/2013 

Leí con interés su columna del sábado titulada “a propósito de la Bibliocracia”, puesto que contiene una tesis con la que no puedo estar de ninguna manera de acuerdo, ya que al igual que muchos comentaristas soy opositor beligerante de esos políticos que intentan meternos de forma arbitraria su religión y su fanática visión de la moral, como si fuera la única verdadera. En tal sentido rechazo categóricamente la arbitraria exigencia de leer la Biblia antes de los debates del Concejo de Santa Marta y la anticonstitucional imposición del “mes de la Biblia” en Cartagena.
Y no lo hago por moda ni para posar de intelectual, sino porque creo en primer lugar, que si bien la doctrina cristiana ha sido históricamente un bastión de la cultura colombiana, este hecho en lugar de haber sido beneficioso para nuestro Estado, lo ha perjudicado. No es sino recordar que durante finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, la Iglesia Católica se encargó con su influencia de recibir prebendas por parte del Estado, de satanizar y perseguir a todo pensamiento contrario a su dogma, de reducir los derechos civiles del pueblo colombiano (en especial de las mujeres) y muchas otras actuaciones reprochables que se encuentran recogidas en los libros de historia. 
En segundo lugar, la Corte Constitucional dictaminó contundentemente que estamos en un Estado secular, pluralista, en el que ninguna religión puede tener privilegios por parte del Estado, ni tampoco puede imponer sus dogmas con el beneplácito de los funcionarios públicos. Todo ello con el ánimo de que los ciudadanos puedan “gozar de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin que contra ellas pueda producirse ninguna discriminación, por razones de religión” o en otras palabras, para que las religiones puedan operar con igualdad de condiciones y no contaminen el Estado con su intolerancia e intransigencia que se puede observar —por ejemplo— en las declaraciones del réprobo concejal Marco Fidel Ramírez y su abominable persecución a los que piensan diferente a él.
Adicional a lo anterior, he de recordar que la Biblia no es de ninguna manera un libro sagrado, sino humano (tal como lo expone Asimov en su portentosa y gigantesca Guía de la biblia), que en palabras de Einstein puede ser entendida como “una colección de leyendas honorables, pero aún primitivas que son no obstante bastante infantiles”. Porque sí, al igual que el Corán,  Las mil y una noches o el Popol Vuh, la Biblia es un bello libro literario de mitos, poemas y leyendas, que de ninguna manera puede ser entendido como norma legal vigente (a menos que queramos un orden arbitrario y fanático como el que existe en medio oriente).
Además, concuerdo con usted en que si consideráramos los pasajes bíblicos como fuente de moral, nuestra sociedad sería muy diferente, porque es menester recordar que en el texto “sagrado” se acepta la esclavitud (Levítico 25:44), se trata a la mujer como cosa (Deuteronomio 21:11-14), se permiten las violaciones (Genesis 22: 23-30) y se mencionan otro sinnúmero de vejámenes.   
Todo ello me lleva a pensar en que tiene razón en decir que no vivimos en una “Bibliocracia”, porque la cosa es mucho peor: estamos en una sociedad liberal que ciertos fanáticos-religiosos quieren llevar a un fundamentalismo en el que se eliminen varias de nuestras libertades individuales, se persiga a todo aquel que piense diferente y se nos obligue a leer y escuchar, un texto que varios no queremos ni leer ni escuchar.

Ahí vendría la respuesta del colega donde ofrecería sus argumentos que quise rebatir la semana siguiente.

 En defensa del laicismo 
02/12/2013 

En primer lugar, mi afirmación sobre la existencia del Estado laico, lejos de ser una cavilación escrita en el frío solitario del otoño apaciguándose, ¡es una realidad! En la sentencia C-817 de 2011 (por tomar una de las tantas otras que existen como la C- 1175 de 2004 o la C- 766 de 2010) se señala que “el Estado Constitucional colombiano acepta que la práctica del culto hace parte de las libertades individuales, pero a su vez, merced de la norma constitucional que proscribe tratos preferentes a un credo particular, no puede servirse de ese reconocimiento para vincular el poder público a determinadas expresiones de culto, con el único argumento de la importancia de esa práctica religiosa”. También que “…el carácter más extendido de una determinada religión no implica que ésta pueda recibir un tratamiento privilegiado de parte del Estado, por cuanto la Constitución de 1991 ha conferido igual valor jurídico a todas las confesiones religiosas, independientemente de la cantidad de creyentes que éstas tengan. Se trata de una igualdad de derecho, o igualdad por nivelación o equiparación, con el fin de preservar el pluralismo y proteger a las minorías religiosas”.
Esto lleva a que el Estado deba mantener un deber de neutralidad que “conlleva la prohibición estatal de alentar u otorgar un trato más beneficioso o desfavorable, a un credo en específico, fundado en esa misma condición”, lo que quiere decir que los funcionarios públicos (como representantes del Estado) tienen prohibido “identificarse formal y explícitamente con una iglesia o religión o (iii) realizar actos oficiales de adhesión, así sean simbólicos, a una creencia, religión o iglesia.”. Por ello, al ser la Biblia una recopilación de los libros canónicos del judaísmo y del cristianismo (¿le suena la encíclica Providentissimus Deus del papa León XIII?), su lectura en recintos estatales por funcionarios del Estado es un acto contrario a nuestra Constitución.
Frente al tema de la Biblia como guía moral de la sociedad, me permito recordar que ésta es ante todo un libro con poemas, narraciones, apólogos y en general historias que se encuentran contaminadas de la moral de otra época y las condiciones socio-humanísticas que eran aceptadas por la sociedad del respectivo escribiente (sí, porque ese cuento de la intervención divina es una elucubración fantástica que hasta el momento, nadie ha probado). Es por ello que debe leerse con sentido crítico y escéptico para que no se llegue al punto de tolerar ciegamente la violación (errata: no era Génesis sino Deuteronomio y los versículos son el 27 y el 28), el tratamiento de la mujer como cosa (1 Corintios 14:34 -35 y muchísimos más pasajes bíblicos que existen a pesar de su incertidumbre) y la persecución de minorías como los homosexuales. Si parece que esto es una obviedad y que los religiosos lo tienen claro, no es sino mirar a los Estados confesionales de medio oriente, para poder enterarnos de lo que ocurre cuando se practica fanáticamente los preceptos del libro “sagrado”. O no vayamos tan lejos, no es sino mirar al concejalillo de Bogotá Marco Fidel Ramírez. 
Por lo anterior, comparto su invitación a la lectura de la Biblia, pero en el espacio privado de cada funcionario público y no en los recintos de propiedad estatal en donde se debe obedecer a una neutralidad en materia religiosa.
Por último, también comparto como humanista su rechazo a las persecuciones fundadas en motivos bíblicos, como no bíblicos.