miércoles, 27 de mayo de 2015

Kafka sobre literatura



Una de las grandes preocupaciones de Kafka fue obviamente la literatura. Aquí les comparto uno de los escritos de su diario al respecto.


Entrada del diario de Kafka de 25 de diciembre de 1911

Lo que a través de Löwy, descubro de la literatura judía contemporánea, y lo que descubro en parte con mi propia experiencia de la actual literatura checa, indica que muchas ventajas del trabajo literario —el movimiento de los espíritus, la cohesión unitaria de la conciencia nacional, a menudo inactiva en la vida pública y siempre en dispersión, el orgullo y el sostén que recibe la nación a través de una literatura, para ella misma y ante el ambiente hostil, la actividad de llevar un dietario de una nación, que es algo distinto a la historiografía y que tiene como consecuencia una evolución más rápida y no obstante controlada en sus diversas facetas, la espiritualización detallada de la superficializada vida pública, la integración de elementos insatisfechos, que inmediatamente son útiles cuando el mal sólo puede venir por desidia, la organización del pueblo en todo el conjunto, que se crea con la circulación de publicaciones periódicas, el hecho de localizar la atención de la nación en su propio círculo y de recibir lo extranjero sólo por reflejo, la aparición del respeto hacia las personas que se dedican a la actividad literaria, el transitorio despertar, que no dejará de tener repercusiones, de unas aspiraciones más elevadas entre las nuevas generaciones, la inclusión de acontecimientos literarios en las inquietudes políticas, el ennoblecimiento y la posibilidad de debate de la oposición entre padres e hijos, el planteamiento de los defectos nacionales de un modo sin duda especialmente doloroso, pero liberador y digno de perdón, la formación de un comercio del libro que sea vivo, y por ello consciente de sí mismo, y el ansia de poseer libros—todos estos defectos pueden provocarse ya por medio de una literatura que no se desarrolle realmente con una amplitud excesiva, pero que lo parezca a causa de la falta de talentos de significación. La vitalidad de tal literatura es incluso mayor que la de una literatura rica en talentos, ya que, como en este caso no hay escritores ante cuyas aptitudes tengan que callarse al menos la mayoría de los escépticos, la polémica literaria adquiere en su máxima medida una verdadera justificación.

De ahí que la literatura sin rupturas provocadas por el talento tampoco posea lagunas por donde se abra paso la indiferencia. El derecho de una literatura a reclamar atención resulta por ello más apremiante. La autonomía de cada escritor, naturalmente sólo dentro de las fronteras nacionales, se preserva mejor. La falta de modelos nacionales irresistibles mantiene apartados de la literatura a los totalmente incapacitados. Pero ni siquiera unas facultades escasas bastarían para que alguien se dejase influir por las borrosas características de los escritores más relevantes, o para introducir los resultados de literaturas extranjeras, o para imitar esta literatura extranjera una vez que ya está introducida, lo que podemos comprobar, por ejemplo, dentro de una literatura rica en grandes talentos como la alemana, donde los malos escritores se atienen en sus imitaciones a lo que hay en el propio país. La fuerza creadora y beneficiosa en las direcciones arriba apuntadas, de una literatura mala en sus aspectos individuales, se revela especialmente dinámica cuando se inicia el registro de escritores desaparecidos con un criterio histórico literario. Sus innegables repercusiones anteriores y actuales se convierten en algo tan evidente, que puede ser confundido con sus creaciones literarias. Se habla de estas últimas y se piensa en las primeras, e incluso se leen estas últimas y sólo se ven aquellas. Pero como estas repercusiones no se pueden olvidar, y als creaciones literarias no influyen de manera autónoma en el recuerdo, tampoco existe un olvido ni un nuevo recuerdo. La historia de la literatura ofrece un bloque inamovible y digno de confianza, al que poco pueden perjudicar los gustos del día.



La memoria de una nación pequeña no es menor que la de una nación grande, de ahí que se asimile más a fondo el material de que dispone. Sin duda dará ocupación a menos historiadores de la literatura, pero la literatura no es tanto un asunto de la historia literaria como un asunto del pueblo, y por esta razón, se conservará  de un modo, si no tan puro, mucho más seguro. Porque las exigencias que la consciencia nacional, dentro de un pueblo pequeño, plantea al individuo, traen consigo que cada uno deba estar siempre dispuesto a conocer la parte de la literatura que ha caído en sus manos, a conservarla y a defenderla en cualquier caso, aunque no la conozca ni la conserve.

Los viejos textos escritos reciben muchas interpretaciones, las cuales, frente al endeble material, proceden con una energía sólo amortiguada por el temor a la posibilidad de penetrar demasiado fácilmente hasta el fin, así como por el respeto que todo el mundo ha acordado conceder a dichos textos. Todo se produce del modo más honesto, sólo que se trabaja dentro de una turbación que no se resuelve nunca, que no admite fatiga y que se propaga a muchas millas de distancia por el simple gesto de una mano hábil.

Pero después de todo, esta turbación no sólo supone el impedimento de la visión panorámica, sino también el de la visión de los detalles, con lo que se traza una raya a través de todas estas observaciones.

Al faltar la cohesión de las personas, falla también la cohesión de las acciones literarias. (Un único asunto es hundido hacia las profundidades para poder observarlo desde las alturas, o es lanzado hacia las alturas para poder afirmarse uno mismo a su lado. Erróneo.) Aunque a menudo el asunto concreto sea examinado a fondo y con calma, no por ello se llega a los límites donde entra en conexión con asuntos afines; mucho más fácil es alcanzar el límite en la política, e incluso se aspira a ver este límite antes de que se presente, y a descubrir por doquier estos límites restringidos.  La estrechez del espacio, y además el respeto por la sencillez y la homogeneidad, y finalmente la consideración de que, a causa de la autonomía interna de la literatura, es inofensiva su conexión externa con la política, conducen a que la literatura se extienda por el país en virtud de lo que se aferra a consignas políticas.
Existe por lo general la complacencia en el tratamiento literario de pequeños temas, que sólo pueden tener la magnitud suficiente para que pueda consumirse en ellos un pequeño entusiasmo, y que poseen unas perspectivas y unos respaldos polémicos. Insultos pensados como algo literario van circulando de un lado a otro; que, dentro de las grandes literaturas, se produce en la parte más baja y constituye un sótano del cual se podría prescindir en el edificio, ocurre aquí a plena luz; lo que allí provoca una concurrencia esporádica de opiniones, aquí plantea nada menos que la decisión sobre la vida y la muerte de todos.



Esquema sobre las características de las pequeñas literaturas

Repercusión, en el buen sentido, sobre todos los sectores y en todos los casos. Aquí los efectos son incluso mejores sobre los individuos.

1.Vitalidad
A)Polémica
B)Escuelas
C)Publicaciones periódicas

2.Falta de coacción
A)Falta de principios
B)Pequeños temas
C)Fácil formación de símbolos
D)Eliminación de los ineptos

3.Popularidad
A)Conexión con la política
B)Historia de la literatura
C)Fe en la literatura; se le confía la instauración de sus propias leyes.

Es difícil cambiar las propias opiniones cuando se ha sentido esta vida útil y gozosa en todos los miembros. 

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