No sé ustedes, pero
al igual que muchas personas me parece tremendamente sobrevalorada
aquella pintura famosa de Leonardo Da Vinci. Y sí, ya me he enterado sobre su sonrisa,
la historia de su robo e incluso el misticismo que la rodea (porque eso sí,
este fresco da muchísimo para hablar). Sin embargo no le veo aquello
que la hace tan especial, tan rockstar en un museo como el Louvre,
que tiene muchísimas pinturas mucho más bonitas que esa (por no
hablar de esculturas y artefactos). En todo caso echarle vaina a la pintura no
es lo que me trae a escribir en el día de hoy.
El domingo pasado, en
la soledad del último día de la semana, me dirigí al Louvre para
pasar un rato entre pinturas y descripciones en francés. Sin embargo
en aquella visita, o mejor, cuando pasé la lado de la Monalisa,
observé el gentío agolpándose —como de costumbre— alrededor de
ella y me tomé un pequeño paréntesis para entrar en la sala y
tomarle fotos —de forma grosera y arbitraria—a la gente que
visitaba aquel popular cromo. Debo advertir que aquel domingo, la
sala estaba casi vacía (en comparación a otros días) y se podía
caminar y tomar fotos.
Por último, les comparto otras fotos que tomé aquel día, incluyendo la de la Galerie de vues de la Rome Antique de Giovanni Paolo Pannini.
Por último, les comparto otras fotos que tomé aquel día, incluyendo la de la Galerie de vues de la Rome Antique de Giovanni Paolo Pannini.
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