En días pasados me
encontré con un pequeño libro best-seller en el que se recogían diversas
entrevistas que tuvo Eric Lax con Woody Allen. Comparto un pequeño fragmento
que me gustó y que dejo a discreción de los lectores su opinión sobre el mismo.
E.L: ¿Cómo valora Delitos y faltas?
W.A.: Estaba bien, pero pecaba de mecánica para mi gusto.
Creo que costó demasiado hacerla, mientras que Match Point me salió de una
forma mucho más natural. De repente me vi con los personajes indicados en el
lugar y el momento adecuados.
E.L: También contaba con catorce años más de experiencia.
Cuando estaba escribiendo el guión de Match Point ¿pensaba que ya había tratado
de algún modo el mismo tema en Delitos y faltas pero que le quedaban cosas por
decir?
W.A: No, en lo que pensaba era en obedecer a la historia, y
si uno obedece a las necesidades que impone la creación de una obra de ficción,
su significado se revela por sí mismo. Y para mí que naturalmente, se va a
revelar de una manera determinada. Hace años Paddy Chayefsky me iluminó con su
inteligencia: “Cuando una película o una obra teatral falla hay que quitarle la
sabiduría”. [Ríe]. Marshal Brickman decía lo mismo con otras palabras —alguna
vez se lo habré comentado—, pero resultaba igual de convincente y perspicaz: “El
mensaje de una película no puede estar en los diálogos”. Y esta es una verdad
con la que cuesta vivir porque uno se ve tentado a detener de vez en cuando la
acción para filosofar y volcar su sabiduría en la obra de ficción a fin de
dotarla de significado. En cierta medida hice lo propio en Match Point, cuando
están sentados a la mesa hablando de la fe como el camino de menor resistencia.
Pero la verdad es que si el significado de la obra no se transmite a través de
la acción, de nada te sirve. No funciona. No puedes reunir a unos individuos en
torno a una mesa para que suelten comentarios ingeniosos y reflexiones
perspicaces con la esperanza de que parezcan sabias palabras, porque mientras
ellos hablan el espectador no asimila lo que dicen como al autor le gustaría…”Eh!,
¿te has quedado con ese epigrama de Shaw?” Lo que ve el espectador es un
diálogo de personajes en una situación determinada: “Él dice eso porque ella
piensa esto otro y quiere ganarse esto otro y quiere ganarse su lado bueno…”.
Lo que ve es la acción de la historia. Cuando pierdes de vista eso, y todos lo
hacemos —yo, desde luego—, crees que estás haciéndote entender, que estás
infundiendo a tu obra sabiduría, pero lo que haces es suicidarte. Lo único que
haces es impedir que el espectador disfrute con tu obra.
E.L: Pero Match Point aborda un tema presente en su obra
desde hace y tiempo, el hecho de que un mundo sin Dios el único control sobre
uno mismo es la propia moral. Nadie más va a castigarte si no te cogen.
W.A: Curiosamente, leí un artículo que me envió alguien de
un cura católico que había escrito acerca de la película. Lo que decía estaba
muy bien, pero partía de un supuesto erróneo. El supuesto era el siguiente: si,
como yo digo, la vida carece de sentido y se rige por el caos y el azar,
entonces todo vale, pues anda tiene sentido y no hay acción mejor que otra. Y
dicho supuesto lleva de inmediato a una persona religiosa a la siguiente
conclusión: o sea, que puedes cometer crímenes y quedar impune si eso es lo que
quieres. Pero esa es una conclusión equivocada. Lo que digo realmente, y lo
digo con toda claridad, sin ningún mensaje oculto ni esotérico de por medio, es
que tenemos que aceptar que vivimos en un universo sin Dios y que la vida
carece de sentido y que a menudo es una experiencia terrible, brutal y sin
esperanza, y que las relaciones amorosas son durísimas y que aun así tenemos
que encontrar la manera, no sólo de hacer frente, sino de llevar una vida
decente y moral.
La gente enseguida llega a la conclusión de que lo que digo
es que todo vale, pero en realidad me planteo la siguiente pregunta: poniéndonos
en lo peor ¿cómo podemos seguir adelante, o incluso, qué razón habría para que decidiéramos
seguir adelante? Naturalmente, no somos nosotros quienes decidimos; la decisión
la llevamos interiorizada. Es la sangre la que decide vivir. [Ríe]. Fíjese en
cómo pontifico; está entrevistando a un tipo con un deficiente mecanismo de
negación. En fin, que la gente religiosa no quiere reconocer la realidad que
contradice sus cuentos de hadas. Y si vivimos en un universo sin Dios [ríe],
ellos se quedan fuera del negocio. Por falta de liquidez.
Por otra parte, hay mucha gente que opta por vivir de un
modo completamente egocéntrico y homicida. Como nada tiene sentido, piensan, y
puedo salirme con la mía si cometo un crimen, voy a hacerlo. Pero uno también
puede optar por pensar que está vivo, al igual que el resto de sus congéneres y
que viaja con ellos en un bote salvavidas y tiene que intentar comportarse con
la mayor decencia posible por él y por todos los demás. Un planteamiento que a
mí me parecería mucho más moral e incluso mucho más “cristiano”. Si uno
reconoce la horrible verdad de la existencia humana y frente a ello opta por
ser una persona decente en lugar de engañarse a sí mismo pensando que le espera
una recompensa o un castigo divino, me parece una postura más noble. Si uno se
comporta bien porque luego habrá una recompensa o un beneficio o porque evitará
un castigo, su comportamiento no responde a tan nobles motivos, los mismos que
se tienen por cristianos. Es como los terroristas suicidas que actúan
supuestamente por nobles motivos de índole religiosa o nacional cuando en
realidad sus familias reciben un beneficio económico y se deleitan con su
heroico legado, por no mencionar la promesa de una corte de vírgenes para los
autores del atentado, aunque no me explico por qué preferiría nadie un grupo de
vírgenes a una mujer con una gran experiencia.
En cualquier caso, no estaba de acuerdo con lo que había
escrito el cura católico, pero no entré en discusión con él. Era muy amable y
no había nada hostil en su discurso. Me atribuía un punto de vista y trataba de
rebatirlo. Lo que ocurre es que refutaba un punto de vista con el que no estoy
de acuerdo, algo que responde a un pensamiento religioso preconcebido y
sinceramente, no hay razón para interpretar la película como una insinuación
por mi parte de que todo vale y de que eso me parece bien.
También leí otro artículo de un cura filósofo de la
Universidad de Saint John, que consideraba la película como el filme
probablemente más ateo [ríe] de todos los tiempos. Pero todo lo que decía era
muy amable y elogioso. Su punto de vista era más benévolo conmigo porque, en su
opinión, el hecho de que yo hubiera defendido constantemente a lo largo de los
años la visión de un universo ateo y carente de sentido, sin Dios ni esperanza,
significada que yo le daba importancia a la ausencia de Dios en el universo. Y
creo que tiene arzón; lo que digo es que eso importa. Ya lo decía
explícitamente en Delitos y Faltas. Para mí es una verdadera lástima que
vivamos en un universo sin Dios, ni sentido alguno y, no obstante, solo cuando
uno acepta ese hecho es capaz de seguir adelante con su existencia para llevar
lo que ellos llaman una vida cristiana, es decir, una vida decente y moral.
Pero eso solo es posible si, para empezar, uno reconoce a lo que se enfrenta y
olvida todos esos cuentas que le llevan a tomar decisiones en la vida que en el
fondo no responden a motivos morales sino al deseo de anotarse un tanto en la
otra vida.
Así que la película suscitó mucho debate en ese sentido,
algo que me alegra. Me alegro de que no se viera como un mero filme de suspense
en torno a un asesinato, un género que me parece muy válido, que conste, y que
como espectador me gusta más que a nadie. Pero con Match Point confiaba en
transmitir al menos un par de ideas que forman parte de mi filosofía personal y
creo que lo conseguí.
Imágen tomada de: http://image.toutlecine.com/photos/m/a/t/match-point-2005-tou--02-g.jpg
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